Hace 2400 años un ateniense era condenado a muerte por no reconocer
a los dioses y corromper a la juventud, o por lo menos eso es lo que cuenta el
ilustre Platón en sus Diálogos. Ustedes
no estarán para saberlo, pero yo se los voy a contar. Sócrates, tras ser
acusado de estos infames cargos, decide darles una última lección a sus
pupilos admitiendo su condena; y así, con esta gran acción de honestidad y
congruencia pasa al muro de los inmortales.
Y tiene mucho que ver con la vieja
reflexión de para qué educamos. En una sociedad capitalista
que ama al vencedor y desprecia al tonto fracasado, vale mucho la pena traer a
la discusión al viejo Sócrates, quien enseñaba con el ejemplo el control de las
pasiones, la serenidad de espíritu y la búsqueda de la verdad mediante el
diálogo.
"Conócete a ti mismo", decía el
gran filósofo, pero nadie puede conocerse a sí mismo sin conocer al ser humano
y el mundo que lo rodea; pero nadie puede conocer al ser humano y el mundo que
lo rodea sin convivir con sus semejantes, intercambiar opiniones y pelearse con
la autoridad. Es allí donde cobra sentido el sistema escolar.
Pero seamos claros, una cosa es la
educación, otra cosa son los métodos educativos, otra el sistema educativo, y
otra muy diferente los enfoques pedagógicos; o lo que es lo mismo, una cosa es
lo que se enseña, otra cómo se enseña y otra para qué se enseña, y es aquí
donde la marrana tuerce la cola, pues la discusión se torna acalorada.
No voy a entrar a esta discusión por
razones de tiempo y de riñones, sin embargo, sí argumentaré qué es para mí la educación:
La educación debe ser el fomento del talento y la creatividad pero con una
estructura firme y hábitos bien definidos. Me explico.
En todas las profesiones existen muchas
maneras de llegar a los mismos resultados, y la docencia no es la excepción.
Pero aquí existe una pregunta fundamental, ¿Para qué educamos? Elija la
respuesta correcta:
a)
Para tener un buen empleo
b)
Para que las personas sean más
justas, honestas y bondadosas.
c)
Para formar seres inteligentes y
capaces
d)
Para ser los mejores en lo cualquier
cosa que hagan
e)
Para servir a la nación
f) Obtener cultura general
g)
Todas las anteriores
h)
Ninguna de las anteriores
Cualquiera que haya sido su respuesta
estará de acuerdo conmigo en que la pregunta es complicada, y no se puede
responder de esta manera. Por ello, siempre que alguien me pregunta por qué
eres docente, mi respuesta es que quiero una sociedad más justa, responsable,
amable, honesta y colaborativa, lo cual es cierto, sin embargo, omito que me
encanta tener el poder y transmitir lo que pienso y siento, en pocas palabras,
adoctrinar. Y qué va a hacer uno como profesor, pregúntome yo, si no es adoctrinar; porque el profesor que no
se juega el pellejo inculcando su manera de ver la realidad en cada clase, cómo
diablos piensa cambiar la sociedad.
No me mal interpreten, cuando digo
adoctrinar me refiero a enseñar a pensar; porque el que puedas pensar no
significa que sepas pensar. Comparo el cerebro humano con el ordenador más sofisticado
que hay en el mercado, del cual solo sabemos usar Word, y mal. Bueno, pues mi
trabajo como docente consiste en que mis alumnos obtengan el máximo provecho de esa supercomputadora que tienen en su cabezota.
Se oye fácil verdad, pero no lo es, pues
para enseñar a pensar a los demás primero debes conocer suficientes estructuras
de pensamiento, diversas rutas de acceso a la memoria, y verificar que las
redes neurales que conectan los diferentes campos del conocimiento estén bien
enchufadas para después descubrir nuevas rutas de aprendizaje; una vez hecho
esto debes saber cómo transmitir el conocimiento, y eso es algo que pocos saben,
y aún menos se preocupan por adquirirlo si no lo saben, sin olvidar que cuando
confrontas a las personas con nuevas ideas o sistemas de pensamiento, te dirán
que estás equivocado, pues siempre lo han hecho de esa manera y les ha
resultado; más aún, te dirán que estás loco y dejarás de simpatizarles.
Entonces, ¿para qué tratar de enseñar a
alguien que no quiere aprender? Porque en el momento que logras cambiar su
parecer y empieza a pensar de manera diferente, cuando el chico descubre que
puede hacer cosas insospechadas hasta ese momento, o cuando te das cuenta que
sin saberlo comienza aplicar cosas que tú le enseñaste, la satisfacción es
tanta, que si no es felicidad, se asemeja bastante.
Por eso el próximo ciclo a los alumnos los
aguantará su madre… y yo también, porque, al igual que Sócrates, seguiré
creyendo que la mejor manera de cambiar el mundo es la educación.
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